Una noche calurosa me encontraba sola en mi habitación. Tumbada en la cama, vestida con un suje y un tanga negro. Su color favorito. Cerraba los ojos y mi mente volvía a aquellos instantes que compartí con él… Momentos que con sólo recordarlos hacían que mi corazón latiera fuertemente, con tanta violencia que amenazaba con salir de mi cuerpo y cobrar vida por si mismo.
No podré olvidar a aquel hombre que consiguió hacerme sentir como nunca antes. Con tan solo imaginar sus dedos rozando mi piel mi coñito se comenzaba a empapar y una extraña fuerza sobrenatural me hacía abrir mis piernas. Con los ojos cerrados me transportaba a esos momentos y sensaciones que me obligaban a tocarme con mis dedos fuertemente. Sentía sus labios recorriendo todo mi cuerpo, sus besos que me hacían enloquecer, su mirada. Mis dedos jugaban con mi clitoris hinchado y húmedo. Pensaba en lo que daría por ser suya de nuevo, en lo excitante que era acariciar su cuerpo, recorrerlo con mi lengua y poder tener su miembro entre mis manos y sentir como se hacia grande en mi boca. Deseaba que me volviera a follar en el suelo de la habitación, dentro de la ducha o contra aquel espejo de la entrada. Tan sólo quería tener su polla para mi, sentirla dentro de mi y experimentar sus embestidas más y más fuertes hasta que por fin llegaba al éxtasis y sentía el calor de su esperma dentro.
Con todos esos recuerdos recorriendo mi mente, mis manos continuaban jugando con mi sexo con tal ímpetu que llegué a experimentar un orgasmo brutal e intenso que mojó las sábanas de mi cama. Después, mi cuerpo se quedó totalmente relajado.
Y en mi cabeza sólo cabía una idea: volver a estar con él. Pero era imposible…